Aquí una breve autobiografía de una aspirante a escritora de poesías, canciones, cuentos y una especie de editoriales para gritar en silencio…
Aprendí a escribir con mucho entusiasmo en una pizarra que me regalaron antes de empezar a ir a la escuela, veía a mi madre escribir a mano y a máquina y la imitaba. Me sentaba con mi padre en el taller en una mesita, un lugar privilegiado por donde entraba la luz y allí dibujaba y hacía que escribía. Leer poesías era difícilmente evitable en una casa con las estanterías llenas de libros de mi madre, pronto mis tías también me regalaron libros de Gloria Fuertes: me aprendía las poesías, las escribía en folios de colores y se las regalaba a mi familia.
Una de las cosas más emocionantes en mi vida escolar – que fueron muchas – fue cuando nuestra seño en segundo de primaria nos propuso hacer un periódico (¡Qué maravilla!) y ahí escribí mi primera poesía (también un artículo sobre prevención de incendios que mi madre tiene grabado de memoria, es que oye, me preocupaba el tema y había que concienciar…. 😉 )
Aprendí a tocar la guitarra con nueve años y empecé también a escribir canciones; quería hacer un grupo de música y cantar nuestras propias canciones (durante años mantuve que de mayor quería ser Rockera 😉 ) y aunque no pudo ser, con mis amigas cantábamos y bailábamos sin parar.
Aquellos cuadernos en los que escribía siguen ahí, latiendo letras y pequeñas poesías. Lo más parecido a formar aquel grupo fue cuando el profesor de música en sexto de primaria nos grabó en un cassete porque el proyecto le pareció le debió resultar interesante: él al teclado y nuestras vocecillas cantando aquella canción (por supuesto conservo el cassette)
En mi adolescencia la guitarra, el cuaderno y el bolígrafo fueron refugio y libertad. Además, de la mano de la profesora de Lengua del instituto, aprendí a leer con ojo analítico las poesías de la historia de la literatura, a emocionarme y también a escribir más canciones, poesías y relatos.
Salvo las contadas ocasiones que he nombrado, mis poemas y canciones siempre han sido algo que me guardaba para mí, desnudarse en un verso era una necesidad para mí, mostrarme en esa desnudez ya es otra cosa. Por eso esta página es un punto de inflexión.
Técnicamente no puedo decir que ni la métrica, ni la estética ni las florituras del Barroco sean mi fuerte, es evidente, pero en este momento en el que tantos/as poetas han ido gestando un lugar donde el verso libre es bienvenido, me he dado yo también la bienvenida.
A veces los nombres que llevamos son los que nos llevan a nuestro nombre.
Carmen Carminis, verano 2020
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